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  • Foto del escritorPilar Martínez

En Cuéllar, los huevos en Pascua no se comen, se ruedan

O al menos así se hacía hace años, porque la peculiar tradición de este pueblo segoviano de "rodar el huevo" en Semana Santa está en peligro de extinción, sustituida por otras más populares como los huevos de chocolate. Pero la costumbre aún sigue viva en la memoria de muchos de sus habitantes y hoy la descubrimos.


La tradición de "rodar el huevo" en Cuéllar en Pascua
La tradición de "rodar el huevo" en Cuéllar. Ilustración de Luisa Villalba

Esta tradición, tenía lugar el lunes y martes de pascua, justo después del domingo de Resurrección. Y el ripio que se acostumbraba a decir con júbilo entre la chiquillería era: ¡Vamos a rodar el huevo y a pedir la colación!


Recuerdo que la primera vez que escuché la expresión rodar el huevo, me quedé un tanto perpleja pues no alcanzaba a entender en ese momento qué era ni en lo que consistía, mucho menos aún que fuera una tradición muy particular de esta zona junto a la colación.


Cada semana santa, alguien me lo volvía a mencionar con añoranza. Y esto fue lo que más me llamó la atención; que una tradición tan presente en la memoria de muchos cuellaranos parecía estar perdiéndose poco a poco, sin que los adolescentes ni los niños tomaran ese relevo generacional de mano de sus padres.

Movida un poco por la curiosidad e inquietud que siempre me producen las cosas de antaño, empecé a indagar buscando primeramente la definición de colación en el diccionario, que venía a decir llanamente “viandas o comida ligera con porciones de dulces, frutas y otros comestibles que se regalan”. Siendo esto así, enseguida quise saber en qué consistían estas viandas, porque si algo tienen de bueno los pueblos son sus dulces.


Y esto fue lo siguiente; averiguar cómo preparaban esa colación, quiénes la elaboraban y cómo se daba cuenta de ella durante esos dos días de Pascua junto al juego de rodar el huevo.


Tradición de la Pascua: las viandas de la colación de Cuéllar
La viandas de la "colación"en Cuéllar. Ilustración de Luisa Villalba

Del horno a la cesta


En esta cuestión ya se hizo necesario escuchar las voces del pueblo y muy especialmente la de los mayores a través de su memoria. Yo lo hice de la mano de mi gran amiga y vecina Balbi y de Petra y su nieta Ana. Ellas me dieron testimonios y detalles tan entrañables como la añoranza e ilusión con la que me los contaban.

De esta manera y retrocediendo a otro tiempo, me contaron que los días antes al domingo de Resurrección, las madres y abuelas elaboraban y cocían en los hornos del pueblo los diferentes dulces que iba a llevar la colación: Magdalenas, bollo duro, bollo blando, que dependiendo de lo pudiente que fuera la familia, podían llevar huevo, manteca… y también rosquillas de palo con forma de pajarito o de lagarto.


Hechos los dulces, lo siguiente eran los huevos. Estos se ponían a cocer y en el agua, para que salieran tintados, se echaba una hierba que crecía por la zona y que les daba un tono rosado a la cascara o bien también echaban café para que salieran más morenitos. Luego los niños se dedicaban a pintarlos poniéndoles caras o dibujos, cada cual dando rienda suelta a su creatividad para decorar los huevos cocidos de las formas más variopintas.


Hechos todos estos preparativos previos, el lunes de Pascua era el gran día, el primero para salir a ¡¡¡ Rodar el huevo¡¡ Y…¡¡ A por la Colación¡¡. Las madres y las abuelas, en un paño colocaban la magdalena, el bollo duro, el bollo blando, la rosquilla pajarito o lagarto, los huevos cocidos tintados y pintados, una fruta, chorizo y pan, se hacía un hatillo y se metía en una cesta que daban a sus hijos o a los nietos.


Los niños y jóvenes e incluso familias enteras, cogían su cesta con la Colación y se reunían con sus amigos y la gente del pueblo en las laderas que había junto al castillo, en la zona del embudo o cualquier cuesta que diera juego para hacer rodar el huevo y echar carreras con ellos y hacerlos chocar.


Los huevos, por lo general, quedaban tan maltrechos que no se comían, para eso estaba todo lo que contenía la cesta, esa colación primorosamente preparada que servía de avituallamiento durante y después del juego. Entre subir y bajar, rodar y volver a rodar, jugar y reír, se pasaban el lunes y el martes de Pascua.


Y en esto consistía esta bonita costumbre que tantos cuellaranos guardan en su recuerdo y en sus vivencias de otro tiempo. A medida que han transcurrido los años, los dulces que llevaba la colación se iban haciendo en casa o comprando, al igual que los huevos, que aunque se seguían cociendo y se decoraban haciendo con ellos verdaderas manualidades, también se fue incorporando el huevo de chocolate que de algún modo se ha ido introduciendo en nuestra cultura a través de la celebración más anglosajona del famoso conejo de pascua y cuya leyenda puede dar cierta razón de ser y origen a esta curiosa tradición cuellarana.


El conejo y los huevos de chocolate en Pascua

El origen de los huevos de Pascua y sus distintas interpretaciones


En el siglo XIX, al parecer en Alemania se empezaron a hacer muñecos de chocolate debido a una leyenda que empezó a trasmitirse entre las gentes sobre el origen del Conejo de Pascua. Según cuenta el relato, un conejo quedó encerrado en el sepulcro junto a Jesús, circunstancia que le permitió presenciar el milagro de su resurrección saliendo junto a Jesús Resucitado de la cueva. Tal hecho, se dice que convirtió al humilde conejo en el mensajero que debía comunicar y recordar a los niños la buena nueva regalando huevos pintados, precisamente por Pascua. Dichos huevos comenzaron a ser de chocolate igual que la figura del conejo, pero lo curioso es que, en muchos países, se mantiene por Pascua la costumbre de esconder huevos pintados en los jardines de las casas para que los niños los encuentren y compitan para ver quién encuentra más.


Una vez más, se demuestra que las costumbres y tradiciones siempre parten de un origen que luego cada pueblo interpreta y lo hace suyo a partir de su propia perspectiva y con los medios que tiene a su alcance. En el caso de la tradición de rodar el huevo y la colación en Cuéllar y algún pueblo de alrededor, es una versión más que viene unida a la celebración cristiana de la Semana Santa y su simbología para los creyentes, pero su esencia popular en este caso lo diferencia aún más si cabe por el original juego de rodar huevos cocidos pintados en lugar de comprarlos de chocolate y jugar a encontrarlos como hacen en tantos y tantos lugares.


Vivimos inmersos en inercias que nos hacen perder un poco la perspectiva de las cosas que están cerca de nosotros, aquellas que verdaderamente son muy nuestras. La culpa, quizá, la tenemos un poco todos al pensar que hay cosas que eran de otros tiempos y que los niños de hoy juegan y se interesan por otras cosas.


Que el huevo siga rodando


Que hoy todo es diferente, es un hecho constatable, pero la tradición y las costumbres de un determinado lugar también nos hace diferentes, a menudo únicos, pero sobre todo nos da una raíz, un origen y por tanto una identidad, que sin ser mejor ni peor que la de nadie, nos enriquece por el mero hecho de tenerla.


Padres, escuchad a vuestros mayores, rememorad vuestra infancia, aquello que os hacía felices y que estabais deseando de que llegara, porque esa es vuestra tradición, la que habías heredado y que como buen legado os corresponde continuar y trasmitir a vuestros hijos. Ellos no lo hacen porque ni en el colegio se lo enseñan ni vosotros como padres se lo habéis trasmitido. A menudo os acogéis a otras celebraciones que poco tienen que ver con nuestra cultura, mientras obviamos lo propio, y todo porque en otros países sí que dan valor a sus tradiciones y lo mantienen.


Algo tan divertido y familiar como rodar el huevo y pedir la colación por Pascua, sería una pena que quedara en esta comarca, en mero recuerdo del que solo quede la añoranza con la que me han trasmitido a mí en particular esta tradición.


Algo corresponde hacer…una vez más en vuestras manos está. Continuarlo y rememorarlo cada año, o perderlo para siempre mientras os dejáis querer únicamente por el conejo de Pascua y sus huevos de chocolate. He aquí, la moraleja.



Ilustraciones realizadas por Luisa Villalba, vecina de Cuéllar.

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